domingo, septiembre 21, 2008
LOS ANDALUCES MAS EXTREMEÑOS
Al norte, la Sierra del Viento y Llerena. Al sur, la Sierra del Agua y Cazalla de la Sierra. En medio, Guadalcanal, un pueblo sevillano que fue extremeño hasta hace 175 años y aún hoy mantiene la querencia por la región de quien dependió durante seis siglos. Guadalcanal tiene, redondeando, 3.000 habitantes y queda a 110 kilómetros de Sevilla y a 120 de Badajoz. Sus vecinos sesean con gracia y discuten con salero.
Discuten, por ejemplo, sobre cuál es la mejor ruta para ir a Sevilla. La diatriba tiene lugar en la farmacia del pueblo. Participan señoras, mocitas y caballeros. Al final, hay consenso: lo mejor es volver a Extremadura y desde Llerena, a través de Pallares, coger la autovía en Monesterio.
Hasta en eso, en las comunicaciones, se sienten extremeños. Y es que la carretera a Sevilla por Cazalla es de las que marean y la de Alanís está en obras, mientras que la de Llerena es cómoda y bien asfaltada. De hecho, está previsto abrir una línea de autobús Guadalcanal-Llerena que, aseguran, tendrá mucho éxito porque es en la villa extremeña donde hacen las compras y se divierten.
En Guadalcanal se está bien. A casi 700 metros de altitud, en las noches de verano refresca, aunque los turistas, más que de veraneo vienen de caza. Y la razón se comprende porque acabamos de coger la carreterita que lleva a la ermita de la Virgen de Guaditoca y a lo largo de los ocho kilómetros de trayecto nos salen al paso 27 perdices corriendo despavoridas y cuatro conejos alocados.
Vamos a la ermita porque tiene mucho que ver con Extremadura. Es una construcción blanca y sencilla, como casi todas las ermitas, pero tiene la particularidad de encontrarse a un paso de la frontera regional, de contar con hermandades históricas en los pueblos pacenses de Berlanga, Ahillones, Valverde de Llerena y Azuaga y, sobre todo, de haber sido sede, hasta 1792, de una feria de ganado de tres días a la que acudían ganaderos llegados desde 73 pueblos extremeños, algunos de ellos tan alejados como los cacereños Cañaveral y Torremocha. En 1792, se solicitó a la Audiencia Territorial de Cáceres el traslado de la feria al pueblo y en pocos años desapareció.
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